Efectivamente, a la publicidad se le atribuye todo tipo de males tales como la obesidad, el excesivo consumo de energía, la superproducción de CO2, etc, pero, ¿Se le pide demasiado a un anuncio? La Ley General de Publicidad, de 1988, establece que ésta no puede ser ilícita, engañosa, desleal ni subliminal. Es decir, ha de ser veraz y respetuosa con la dignidad de la persona y sus derechos.
Ciertamente las autoridades escurren el bulto y no toman decisiones valientes.
Actualmente, muchos ojos vigilan a la publicidad: La competencia, las asociaciones de consumidores, los colectivos, las autoridades, etc... De modo que la imagen del consumidor crédulo, pasivo y desnudo frente a la voracidad publicitaria empieza a desaparecer cada vez más. "A nadie le interesa la desconfianza y proteger al consumidor es necesario", asegura Alija, "pero tampoco nadie ve la publicidad creyéndose literalmente todo lo que se cuenta". O sea, que podemos decir que el consumidor no es tonto y que entiende el humor o la hipérbole, aunque realmente la autoregulación de cada uno es la mejor alternativa al sobreconsumo.
Ciertamente las autoridades escurren el bulto y no toman decisiones valientes.
Actualmente, muchos ojos vigilan a la publicidad: La competencia, las asociaciones de consumidores, los colectivos, las autoridades, etc... De modo que la imagen del consumidor crédulo, pasivo y desnudo frente a la voracidad publicitaria empieza a desaparecer cada vez más. "A nadie le interesa la desconfianza y proteger al consumidor es necesario", asegura Alija, "pero tampoco nadie ve la publicidad creyéndose literalmente todo lo que se cuenta". O sea, que podemos decir que el consumidor no es tonto y que entiende el humor o la hipérbole, aunque realmente la autoregulación de cada uno es la mejor alternativa al sobreconsumo.
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